El título de la exposición procede del último libro de Georges Bataille, Les Larmes d'Eros (1961), donde el autor francés aborda un problema clásico: la íntima relación entre Eros y Tánatos, entre la pulsión sexual y el instinto de la muerte. Tanto en la muerte como en la consumación erótica regresamos, desde la discontinuidad de la vida individual, a la continuidad originaria del ser.
El erotismo es objeto de un tabú, de una prohibición que ilumina lo prohibido "con una luz a la vez siniestra y divina: lo ilumina, en una palabra, con una luz religiosa". En el erostismo, como en lo sagrado, la prohibición no existe sin la transgresión. Los impulsos reprimidos regresan en el sacrificio religioso. El sacrificio es para Bataille el escenario último del erotismo.
Dada esa afinidad con lo sagrado, parece natural aproximarse al erotismo, como lo hizo Bataille, a trevés del mito. La exposición se basa en un puñado de mitos, tanto grecorromanos como judeocristianos. La primera figura es Venus recién nacida, cuya belleza pura e intacta esconde la mas horrible transgresión: la diosa surgió del semen de Urano, castrado por su hijo Cronos. Como contrapunto bíblico de Venus aparece Eva, tentada y tentadora a la vez; los artistas modernos reinterpretan la Caída excluyendo a Adán para centrarse en la complicidad entre la mujer y la serpiente.
La tentación domina también en los capítulos siguientes. Esfinges y sirenas son criaturas ambiguas: la terrible esfinge encierra un secreto poder de seducción, mientras que las adorables ninfas y sirenas albergan la amenaza de la muerte en el agua. Con las tentaciones de san Antonio entra en escena el voyeur, el mirón, con su actitud activa e inactiva.
Las secciones posteriores abordan la consumación erótica como un acto de violencia ritual. San Sebastián y Andrómeda son dos versiones, masculina y femenina, cristiana y pagana, de un erotismo de la dominación y la sumisión. En el capítulo "el beso", los amantes luchan por superar sus límites individuales para fundirse en un solo ser, y esa fusión entraña una violencia abierta y latente, una pasión caníbal por devorar al otro o por vampirizarlo.
Si la primera parte de la exposición explora los peligros mortales de Eros, en la segunda parte es la muerte misma la que se ve erotizada.
La muerte (como el sueño) posee el poder de infundir o intensificar el atractivo erótico. Esa muerte dulce desarma el cuerpo, le arrebata su resistencia y lo convierte en un oasivo objeto de deseo.
Es la diosa de la Luna quien, enamorada de Endimión, le pide a Zeus que lo haga dormir para siempre, para poder contemplarlo cada noche.
En cuanto a los efectos eróticos y estéticos de la muerte sobre el cuerpo de la mujer están ilustrados por las figuras de dos bellas suicidas, cada una destinada a una aniquilación diferente: Cleopatra, a la petrificación marmórea, y Ofelia, a la disolución en el agua.
Los últimos capítulos de la exposición presentan otra concepción de la muerte, macabra y alegórica, encarnada en la calavera y la cabeza cortada. La calavera pertenece a María Magdalena, la pecadora arrepentida y penitente, imagen viva de la confusión entre la agonía y el éxtasis amoroso.
La naturaleza de Eros que se despliega en la exposición es, como la sexualidad infantil según la clásica interpretación de Freud, perversa polimorfa. No sólo incorpora las miradas masculina y femenina, heterosexual y homosexual, sino una amplia variedad de parafilias: la aquafilia o pasión por el agua, la tricofilia u obsesión por la cabellera, el fetichismo clásico freudiano en busca de sustitutos fálicos, el voyeurismo y el exhibicionismo, el bondage y el sadomasoquismo, la agalmatofilia fascinada por muñecas y maniquíes, el vampirismo y el canibalismo, la necrofilia y su hermana menor, la somnofilia, y por todas partes la dacrifilia o dacrilagnia, el deseo suscitado por las lágrimas.
Las lágrimas de Eros era una exposición que tenía ganas de ver y no me decepcionó. Me pareció en principio bastante interesante el tema del que trataba la exposición, aún sin haber visto nada, porque es un tema diferente a cualquier otra exposición, y es como un tabú que nunca se expone en público y se guarda para uno mismo, y me gustó la forma en que se iba mostrando a lo largo de las obras artísticas.
Una vez visto me impresionó mas aun algunos cuadros sobre mujeres atadas con cadenas, en posiciones eróticas, etc. Cuadros representando la muerte, el éxtasis amoroso la belleza, el exhibicionismo, la obsesión, etc.
En general me gustó mucho y animo a quien tenga ganas de ir que vaya porque seguro que no salen decepcionados.
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