La exposición está formada por un conjunto de dibujos prácticamente desconocidos de Vaslav Nijinsky, la estrella de los Ballets Rusos.
En estas obras, la dinámica y el ritmo son los protagonistas: Frantisek Kupka, Sonia Delaunay-Terk, Alexandra Exter, Vladimir Baranov-Rossiné.
Kupka traslada al lienzo el ritmo y los movimientos giratorios del cuerpo que danza, que en su aceleración se convierten en alocada confusión de superficies de color.
El gran afán artístico de Delaunay-Terk fue extender la teoría de la coloración simultanea a todos los ámbitos de la configuración estética, dando lugar a una danza que crea diferentes ritmos sobre la superficie del cuadro.
Las casacadas cromáticas, en los que segmentos circulares evocan el encanto resplandeciente de la luz eléctrica, definen la obra de Exter, quien compartía con Nijinsky un marcado sentido del ritmo y el movimiento.
La proporción guardada entre uno y otro movimiento resulta fundamental en las pinturas y esculturas de Baranov-Rossiné, quien creó espacios completamente nuevos, repletos de energía que sugieren dimensiones infinitas.
Muchos de los caracteres apuntados los podemos apreciar en las composiciones de Nijinsky. Creó una importante cantidad de dibujos a lápiz y ceras en los que plasmó sobre el papel muchos de los movimientos ejecutados sobre el escenario. Predomina la forma circular y el rito pronunciado, además de cierto primitivismo, una acentuación de lo lineal y una peculiar textura de relieve en la configuración del espacio.
Los dibujos de Nijinsky se encuentran muy próximos a las pinturas, dibujos y esculturas de los otros artistas de la exposición, que nos invitan, todos ellos, a participar en una perpetua danza de los colores.
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