Ramón Gaya se consideraba “un pintor que escribe”. Su legado es una obra pictórica dotada de una gran coherencia, que poco a poco se va depurando, haciéndose progresivamente más esencial, pintando cada vez más con menos y sin perder nunca el referente de la realidad.
La exposición de cincuenta cuadros es, pues, una magnífica ocasión para contemplar una selección de pinturas de las que buena parte son “homenajes”, es decir encuentros de Ramón Gaya con los pintores que más admira en el escenario del lienzo o del papel. Un recorrido asistemático por las obras de una serie de pintores, dispares en su procedencia geográfica, alejados en el tiempo, distintos en su apariencia formal pero todos ellos poseedores de una gran fuerza creativa.
Me gustó la forma en que Ramón Gaya pintaba cuadros de otros artistas a modo de homenaje, pero a su manera, con su propio estilio y arte. Con pinceladas pequeñas y con mucho color. Creo que fue una buena exposición porque no es muy frecuente ver cuadros como las meninas, el bañista de Rembrant, etc, pintados por otros artistas y con otro estilo muy diferente al que pintaba el artista original.